Teníamos un perro, Milo, al que queríamos como a un hijo. Cuando llegó a nuestra casa aún tenía los dientes de leche. Mario fue quien lo trajo, para nuestro décimo aniversario. Y yo, que al principio no quería saber nada, terminé por encariñarme y llamarlo con el nombre de un joven oficial americano al que […]
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